El famoso dicho -tan famoso como tergiversado– de Unamuno «¡Qué inventen ellos!» parece que está calando en su acepción más simplista, dentro de la Unión Europea.
Tras el «tour» que se marcó Pat Gelsinger CEO de Intel por la UE promocionando la próxima (o no) apertura de una fábrica en suelo europeo, le ha tocado el turno al CEO de TMSC, CC Wei, el cual, mucho más prudente, no ha dicho nada respecto a que TMSC vaya a seguir los pasos de Intel.
Durante un reciente evento en Ámsterdam, habló de la importancia de los clientes europeos para su empresa o del elevado nivel de la industria automovilística europea, pero ni una sola mención al establecimiento de fábrica alguna. Hay que tener en cuenta que a fecha de hoy, la UE no contempla que las fábricas de microprocesadores puedan recibir ayudas estatales, lo que también está afectando a la aprobación de la futura «Ley de los microprocesadores» por parte del Parlamente europeo.
Pero aún y con todo, el tema que considero más preocupante es que no hay ninguna referencia a intentar promover el diseño y fabricación de microchips dentro de la propia UE. Toda la «política» está consistiendo en intentar atraer a yankis y surcoreanos a base de comprometer millones de €€€€€.
Y esto me gustaría contextualizarlo. No estoy diciendo que para el corto o medio plazo no sea necesario llegar a acuerdos con diseñadores y fabricantes que puedan satisfacer la enorme demanda de industrias como la automovilística. El problema es que cada vez más y más industrias van a necesitar más cantidad de procesadores y de una mayor complejidad tecnológica. Y algo, como instaurar prácticamente de cero un tejido productivo y de investigación tan complejo como el que nos ocupa, no es cuestión ni de 5, ni de 10 ni siquiera de 20 años…
Si algo nos ha demostrado la pandemia y el actual conflicto en Ucrania, es que depender en aspectos tan claves como la tecnología de «socios» ubicados en la otra parte del mundo y/o con intereses geoestratégicos tan dispares, puede llegar a condicionar de forma dramática uno, varios o todos los sectores productivos, no ya de un sólo país, sino de toda la UE.
En Europa hay talento, dinero y tradición para la investigación y el posterior desarrollo. La actual crisis de componentes, cebada sobremanera en la industria automovilística, podría ser un perfecto punto de partida para nuestra «refundación» tecnológica. Nadie está pidiendo fabricación a 7nm o integraciones como las que pueden efectuar Intel, TMSC o Samsung; de hecho, los vehículos actuales no están demandando tecnología punta, simplemente abastecimiento continuado.
Un buen punto de partida.